martes, 29 de julio de 2014

20 de Enero de 2014

Y de repente, cuando yo me autoconvencía que no necesitaba a nadie para ser feliz, que yo sola podía conseguirlo, llego él. Ese chico que me rompió los esquemas con unas comprobaciones y a partir de ahí, no podía dejar de pensar en cómo sería besar su boca, en cómo sería ir cogidos de la mano por mitad de la calle sin importarnos lo que podía decir la gente.
Ese chico que puso mi vida patas arriba, que me desordenó la vida pero a la vez, le puso orden, porque por primera vez sentí que mi vida estaba encarrilada.
Y poco a poco me he dado cuenta de que él es el único capaz de enamorar a alguien un lunes por la mañana, que necesito sentirle cerca, olerle, tocar las yemas de sus dedos y buscarme dentro de sus pupilas, que el mero roce de sus dedos en mi piel hace que esa parte de mi cuerpo se estremezca y con una simple mirada hace que me de un vuelco el corazón y después de ver tantas sonrisas por el mundo sigo pensando que la suya es mi favorita.
Nunca he sido tan feliz. No sabía que existía una felicidad así. Y gracias a él, ahora sí lo sé.
Él hace que me sienta viva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario