martes, 13 de marzo de 2012

Venga vale, haré una promesa, ya no te miraré más, ni te hablaré cada vez que te conectes, ni estare cada 2 segundos mirando tu perfil incluidas tus fotos,no cogeré tus llamadas, y si te veo por la calle haré como si nunca te hubiera conocido,ni te hubiera dado todos esos besos que tanto me encantaban, ni esos abrazos tranquilizantes que solo tu sabías darme,tampoco recordaré a cada milímetro ese primer encuentro ni ese primer beso, no mencionaré tu nombre sin darme cuenta, ni llamaré a mis amigos como te llamaba a tí sin querer, dejaré de pensarte tal y como e echo desde que te ví por primera vez, no escucharé más esa canción que me recuerda a ti, ni por la cabeza se me pasará sentarme en el banco, nuestro banco cuando te eche de menos, y jamás volveré a decirte que te quiero...
Harta? si..
Niñatas que se creen mejores. Harta de putas que no saben cerrar las piernas. Harta de mentirosas que no saben lo que es decir la verdad, que no aceptan una derrota, que no aceptan que hay gente mejor, o al menos, que se esfuerza por mejorar. Harta de que menosprecien a la gente por tener aspecto diferente,. Harta de que te miren de arriba a abajo, de que se piensen que no lo vales. Harta de gente gilipollas que se creen el centro del mundo, porque quieren quedar de líderes delante de su grupito de gente sin personalidad. Harta de insultos, de peleas, de puñaladas traperas. Harta de falsos amigos, y harta de los amores imposibles. Harta de un mundo en el que no hay justicia alguna, harta de que te corten las alas cada vez que quieras volar. Harta de todo..

domingo, 4 de marzo de 2012

Nosotros, que somos de Torres.

Nosotros, que somos de Torres, somos de Torres desde hace muchísimo tiempo. Ya no sabemos muy bien desde cuándo somos de Torres, la verdad, porque tenemos la sensación de que Torres, que sólo tiene 27 años aunque tenga aplomo de ministro de transportes o de cirujano jefe, lleva con nosotros toda la vida. Y en el fondo casi es así, que Torres lleva con nosotros 11 años de profesional y unos cuantos más antes de serlo, saliendo cada día de la semana en los periódicos, cada dos días en las teles, cada media hora en las conversaciones de bar y cada fin de semana en nuestros brindis nocturnos, cuando toca acordarse de lo importante.

Nosotros, que somos de Torres, empezamos a ser de Torres en diferentes momentos. Algunos nos hicimos de Torres cuando vimos un chaval con pecas y el pelo a tazón que, banderín en mano, cumplía en partidos de fútbol 7 con los rituales de los capitanes de brazalete verde sobre camiseta de algodón de nuestra infancia. Otros se hicieron de Torres al verle liderar la selección sub-16 en aquel Europeo de 2001, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, al verle liderar la selección sub-19 en aquel Europeo de 2002, marcando en la final y siendo el mejor jugador del torneo; otros, más tardíos, se hicieron de Torres al verle marcar el gol de la final de la Eurocopa de 2008, aquél gol picando el balón sobre el portero a pase de Xavi que todos hemos visto mil veces y podemos ver otras cien mil, aquél remate fino dejando atrás a su marcador en un derroche de potencia y clase que, aún cerrando los ojos, podemos describir a la perfección. Algunos se hicieron de Torres en aquel partido al que llegaba cuestionado, como no, y en el que terminó siendo el mejor jugador de la final, dando a España con su gol su primer título importante. Nosotros, que somos de Torres, sentimos especialmente nuestro ese título que marcaba el triunfo de un estilo y de un grupo, de un equipo cuestionado por enfrentamientos cainitas, el triunfo de un entrenador cercano, Luis Aragonés, al que la prensa había linchado durante meses por no cumplir con las expectativas oficialistas y apostar por ser él mismo, sin plegarse a lo que hubiera sido más fácil. Ese mismo año, el de la Eurocopa, hace sólo tres años y pico, Torres había destrozado todos los registros de un debutante en la historia del Liverpool y de la Premier, había recogido premios y marcado goles, había desembarcado en una ciudad sabia en fútbol con el aura de un mesías y había conseguido que nosotros, los de Torres, fuéramos aún más numerosos y aún más orgullosos. Eso sí, no nos hicimos de Torres por ninguna de las cosas descritas en este párrafo, por ninguna de ellas, no.

Nosotros, que somos de Torres, no nos hicimos de Torres por ser un jugador de fútbol extraordinario ni una estrella mundial. Lo que nos hizo hacernos de Torres no fueron sus goles en remates acrobáticos de esos que cuando los mete otro son históricos y sale repetidos en los telediarios pero cuando los mete Torres no, ni su facilidad por clavar en el suelo centrales experimentados con regates imprevisibles, no, no fue eso lo que nos hizo ser de Torres. No nos hicimos de Torres por sus diagonales y galopadas, por sus remates de exterior como aquél de Mallorca, por la espuela ante el Alavés o el puñado de goles increíbles ante el Barça. No nos hicimos de Torres por el gol ante el Betis a pase de Jorge Larena, ni por el gol a Bélgica a pase de Reyes, que tiene guasa la cosa. No nos hicimos de Torres por su clase, su zancada o su enorme repertorio de remates, ni por su decisión a la hora de fajarse con defensas corpulentos sin miedo ni complejos. No nos hicimos de Torres porque fuera mejor goleador español de Primera División dos años seguidos a pesar de jugar en un equipo con jugadores muy por debajo de su calidad y méritos, no. Todo eso son razones suficientes para ser de Torres, sí, pero entonces quizás haya unos pocos jugadores enormes de los que también podríamos ser si fuera sólo por eso. Pero no, no, no fue eso lo que nos hizo hacernos de Torres a nosotros, nosotros, que somos de Torres.

Nosotros, que somos de Torres, tampoco nos hicimos de Torres por llevar la contraria, aunque, no vamos a negarlo, eso ayuda. Ayudó para hacernos de Torres el ver que, desde el principio de su carrera, se le comparaba con jugadores inferiores con camisetas más populares, se subrayaban sus defectos, se magnificaban sus fallos. No nos hicimos de Torres por la rabia que nos daba ver que cada racha de cinco partidos sin marcar se convirtiera en noticia generadora de comentarios jocosos mientras que otros jugadores, depositarios de una fracción mínima de talento de Torres, fueran ensalzados tras meter dos goles a un Segunda B rematando cómodos un balón en el área pequeña. Ayudaron para hacernos de Torres, no lo vamos a negar, las críticas constantes, los deseos de muchos de verle fracasar, la comparación con jugadores de su misma edad y currículum pigmeo tras cinco buenos partidos de estos y una mala racha de Torres. Ayudó el ver cómo se cuestionaba constantemente a un jugador que en otro país sería ídolo nacional, ayudó el ver cómo los medios deseaban una pronta recuperación a compañeros de demarcación en la selección mientras que afirmaban sin reparo que Torres, con una lesión incómoda y sólo veinticinco años, probablemente no volvería a ser el mismo, probablemente tendría que renunciar a su juego de siempre. Ayudan para ser más de Torres las críticas a ciegas, las reflexiones sobre momentos de forma que vienen de gente que obviamente no ve los partidos de Torres, esas afirmaciones audaces de ignorantes y forofos que destilan un odio que únicamente puede tener un origen. Todo eso ayuda a ser de Torres, sí, ayuda, pero no es por eso por lo que somos de Torres, tampoco es por eso, no.

Nosotros, que somos de Torres, vimos con rabia y con pena pero también con comprensión cómo Torres se iba al Liverpool. Nosotros, que somos de Torres, nos quedamos sin faro ni guía y con un poco de angustia, tanto por nosotros, que somos de Torres, como por el propio Torres. Torres se fue a Liverpool por una millonada, con todos los focos sobre él, de la mano de un entrenador que fiaba a Torres todo el crédito de un equipo con un historial impresionante. Cuando Torres fue a Liverpool nosotros, que somos de Torres, entramos en los foros de los aficionados de su nuevo club y contestamos a las dudas, a las suposiciones, a los prejuicios. Entramos, eso sí, sin miedo porque nosotros, que somos de Torres, teníamos ya entonces una fe ilimitada en sus posibilidades y en su talento, pero sobre todo en su compromiso y capacidad de trabajar para el equipo. Va una estrella, sí, dijimos, pero sobre todo va uno más del equipo, el que más corre, el que más busca, el que aprieta más los dientes cuando el resto de compañeros bajan los brazos. Torres, que hizo lo que todos sabíamos que iba a hacer, se convirtió en el ídolo de un estadio experto en pocos meses, rompió récords, trajo el orgullo y la esperanza. Tardó poco en hacerse uno más, en dar su primera rueda de prensa en inglés, en identificarse plenamente con una de las gradas con más historia del fútbol. Nosotros, que somos de Torres, fuimos a Liverpool y nos quedamos asombrados de la devoción que despertaba, aunque luego vimos que sólo se le juzgaba con justicia, justo lo que no se hizo aquí. Gracias a Torres los aficionados del Liverpool, a los que siempre estaremos agradecidos, nos recibieron con los brazos abiertos y la complicidad del que sabe, como uno, que tiene la suerte de ver cada domingo a un fenómeno que juega al fútbol como un ángel y lo vive como un aficionado. Nosotros, que somos de Torres, disfrutamos esa época aunque Torres no jugara en nuestro equipo y siempre tendremos un recuerdo especial para la gente del Liverpool, los que tan bien nos trataron por ser ellos también, como nosotros, de Torres. Pero, eso sí, no es por sus números en Liverpool ni por su salto a la condición de estrella de la Premier por lo que somos de Torres, no, nosotros no.

Nosotros, que somos de Torres, vimos con cierto asombro y también con cierto extraño alivio cómo Torres se iba del Liverpool. El equipo perdía elementos importantes y no parecía levantar cabeza, el tiempo pasaba y el futuro perdía color rojo. Por culpa del fútbol moderno y los inversores extranjeros, por culpa de los proyectos a medio y largo plazo, por culpa de los insuficientes proyectos a corto plazo, Torres decidió irse del Liverpool para buscar un club que ofreciera estabilidad en la parte alta de la clasificación y en la Liga de Campeones, una competición que alguien como Torres no puede ver por la tele. Nosotros, que somos de Torres, lo sentimos por sus seguidores en Liverpool, tan fieles a Torres y tan amables con nosotros, que somos de Torres, porque entendimos que a Torres no le quedaban muchas opciones. Lo sentimos por ellos pero comprendimos lo que empujaba a Torres a cambiar de aires, cruzamos los dedos pidiendo que hubiera acertado, que el equipo fuera lo que necesitaba; que los compañeros le recibieran como uno más y no como la estrella que venía a hacerles sombra, que le dieran balones y no se jugaran todo ellos por no engordar la leyenda del que venía con vitola de estrella mundial. Las cosas, por ahora, no han ido todo lo bien que nos habría gustado. Torres llegó a un equipo en cambio, con un estilo de juego que le va poco, en el que los espacios no abundan y las ocasiones escasean. Torres se encontró en un equipo que transmitía la sensación de estar formado por clanes, con figuras asentadas que deciden lo que ocurre, que no quieren competencia en las alineaciones titulares ni en las fotos de la tienda oficial.

Nosotros, que somos de Torres, hemos visto que Torres lo ha pasado mal en el Chelsea, mientras era mirado con lupa por todo el mundo dado el precio del traspaso; Torres ha marcado pocos goles, se le ha visto incómodo en el campo, poco integrado en un sistema de juego que no es el ideal para sus extraordinarias condiciones. Aún así, Torres ha ido cambiando, se ha ido adaptando. Tras una buena racha de cuatro goles en seis partidos, Torres fue al banquillo en una decisión que no se entiende si no es por la presión que algunos jugadores ejercen sobre el entrenador. Últimamente nosotros, que somos de Torres y hemos visto casi todos los partidos que ha jugado en su carrera, vemos bien a Torres, jugando más de centrocampista de delantero, más de pasador que rematador, más de portor que de trapecista estrella, como ya le pasara en algún momento del pasado. Aún así, Torres no está marcando todo lo que debería, no tiene muchas ocasiones y, en las que le llegan, tampoco tiene ese punto de suerte que lleva al balón un poco más abajo del larguero, un poco más a la izquierda de un poste. Y mientras nosotros, que somos de Torres, vemos las críticas que vienen de gente que no ve ni un partido, que confunde fútbol con goles, que concibe este como una colección de resúmenes de domingo por la noche y no como una sucesión de partidos completos, vemos cómo estos hacen risitas y chascarrillos y pretenden hacer sangre comparando a Torres con jugadores de equipos que juegan con menos presión y más ocasiones, con situaciones incomparables. Pero eso ya sabemos que está ahí porque siempre lo ha estado, lo sabemos bien desde hace tiempo, lo sabemos nosotros, que somos de Torres, y no es la responsabilidad de defender a Torres de las críticas lo que nos hace ser de Torres, tampoco es eso.

Porque a nosotros, que somos de Torres, lo que nos hizo ser de Torres fueron cosas más sencillas y en los días que corren, mucho menos habituales que un gol por la escuadra o un anuncio en Thailandia. Lo que nos hizo ser de Torres fueron carreras para presionar a un rival mientras el resto del equipo se desentendía de la responsabilidad, fue la sensación de que en el campo había uno de los nuestros, tan del Atleti como nosotros, tan de los nuestros como los nuestros. Nos hicimos más de Torres cuando le vimos tan destrozado como nosotros tras un cero seis que no dibujó ni una cara de disgusto en la mayoría de jugadores que por aquél entonces faltaban al respeto a las rayas rojiblancas, porque era el único jugador que hacía a los niños que iban al estadio estar orgullosos de la camiseta maltratada por el club, la camiseta que todos pedimos a los Reyes Magos en cuanto tuvimos la ocasión. Nos hizo hacernos de Torres ver cómo dejaba claro una y otra vez que su sitio estaba entre nosotros aunque no jugase aquí, que Torres, como nosotros, era del Atleti por delante de cualquier otra cosa, que nunca se iría al equipo al que ninguno de nosotros se iría nunca a pesar de que esa frase le iba a pesar como una losa a ojos de la prensa y de la afición más forofa e irracional. Nos hicimos muy de Torres cada vez que le escuchamos hablar, siempre respetuoso con rivales y compañeros, siempre humilde a pesar de ser una estrella, sin reclamar atención ni dar escándalos ni decir “me lo merezco” cada vez que le hacía un gol a un equipo modesto. Nos hicimos de Torres cuando dijo que el día más importante de su carrera deportiva fue aquél en que escuchó al Calderón corear su nombre tras fallar un penalti. Nos hicimos más de Torres cuando celebró esa Eurocopa y ese Mundial que casi le cuesta una pierna con una bandera del Atleti, sacando medio cuerpo del autobús para hacerse una foto en Neptuno con la Copa del Mundo entre cientos de camisetas del Atleti porque aquel día fuimos ahí a verle muchos de nosotros, que somos de Torres.

Nosotros, que somos de Torres lo somos por todas estas cosas, que son muchas y distintas pero poco repetibles y altamente inusuales entre los futbolistas modernos. Nosotros, que somos de Torres, somos muchos y somos desde bluesmen aficionados al boxeo a jefes de prensa que esperan niña torrista, desde editores de gran futuro y gran pasado con bigote rubio y olivar podado a oscenses de camisa azul y corazón rojiblanco, brillantes abogados de gafa de pasta y reloj suizo, zaragozanos exiliados en Madrid, madrileños exiliados en busca de tierras verdes con sidra y gallettes, expertos en estadística y ases de la hemeroteca, italianos de Rosario Central, miopes con rebeca, ilicitanos aficionados a las Lambrettas, concejales de cultura, asturianos con porte de ala-pivot, marineros de tierra jerezana, manchegas dispuestas a retar a bolsazos al que ose hacer un chistecito de esos que últimamente se hacen por Internet, flankers con residencia en El Escorial, informáticos escépticos, bloggeros constantes, bloggeras inconstantes, periodistas de grandes y pequeños medios, equilibristas de las ondas, eremitas de Zizurkil y agentes secretos. De Torres somos también quinceañeras enamoradas, mamás que querrían un yerno así, porteros de finca urbana y de discoteca de polígono, vividores, ascetas, monjes benedictinos, filósofos positivistas, intelectuales de gafa gruesa y biblioteca extensa, vendedores de sofás, cocineros vascos, cicloturistas aficionados a la polifonía, ladrones de obras de arte, distinguidos portugueses, zurdos con canas, entomólogos, asesinos del área, investigadores del virus del cólera y gaiteros escoceses; todos esos, todos, somos nosotros, que somos de Torres.

Y nosotros, que somos de Torres, somos de Torres porque debemos mucho a Torres. A Torres le debemos el no habernos fallado nunca, el haber presumido siempre de lo que es él, que es lo mismo que somos nosotros pero con menos regate y zancada. Le debemos el haber salvado una generación de atléticos sin referentes y de habernos dado motivos para el orgullo en tiempos de sequía deportiva y vergüenza institucional. Le debemos las carreras desesperadas que sólo nacían del escudo, el no dudar ante la responsabilidad de echarse a la espalda el inmenso peso de un club histórico en sus horas más bajas. Le debemos los partidos en que corrió por tres y jugó por ocho, los puntos conseguidos gracias a él y sólo a él, los brincos desde el asiento por un remate lejano o un regate en carrera. Le debemos el buen recibimiento en Liverpool, el tener tema de conversación con todos los taxistas de Buenos Aires y la sonrisa cuando vemos su camiseta en cualquier lugar del mundo. Le debemos el orgullo especial de la Eurocopa y la sonrisa y las llamadas y los mensajes entre nosotros cuando volvió a aparecer el escudo en ese autobús descapotado en 2010. Todo eso le debemos a Torres nosotros, que somos de Torres.

Y por eso nosotros, que somos de Torres y que por conocer a Torres esperamos que también triunfe en el Chelsea y en la próxima Eurocopa, tenemos clara una cosa: que nos da exactamente igual que se critique a Torres, que nos da exactamente igual que se digan idioteces sobre Torres, que nos da exactamente igual que se hable de los partidos de Torres sin verlos, que se hable de los números de Torres cuando son malos y se oculten los buenos, que se compare a Torres con medianías. Que nos da igual todo eso porque tenemos claro quién es Torres y lo que Torres significa, y que, de hecho, aún sabiendo que no será así, nos daría exactamente igual si Torres no volviera a meter un gol nunca porque, con lo que ha hecho ya, nos sobra para saber que es un jugador histórico que en cualquier otro sitio sería respetado y venerado. Porque nosotros, que somos de Torres, no necesitamos más motivos para ser de Torres ni necesitamos que demuestre nada más, que estamos orgullosos de Torres y de ser de Torres y que, por encima de todo, nosotros, que somos de Torres, lo que estamos hacia Torres es, sobre todo, eternamente

Memoria selectiva


No mintamos. Los seguidores de Fernando Torres lo estamos pasando “jodidamente” mal en los últimos meses. Nos aferramos a un cambio de suerte. Y si, digo suerte. Porque por desgracia es lo que le falta a Fernando, suerte. Hago oídos sordos a todo aquel que dice que está bajo de forma y cuando decidido escuchar a esas voces tan numerosas últimamente me sale del alma preguntarles ¿Acaso ves los partidos del Chelsea? No hace falta que os diga la respuesta. No. Y tampoco hace falta que os explique a vosotros que es el máximo asistente del Chelsea. Porque valoramos a los delanteros por sus goles, lógicamente, y Torres esta suspenso. Pero valoremos todo lo demás. Sé que no soy la única que se desespera viendo al Chelsea. ¿Qué hace AVB? ¿Qué hace Drogba? ¿Sturridge está ciego que no ha visto a Fernando desmarcado? ¿Torres por qué no tiras tú en vez hacer la asistencia? Si luego ellos no te buscan… Os suenan todas esas preguntas, claro. Pero aun así, confiamos en un pase de Mata, en que Villas-Boas cambie sus planteamientos… nos aferramos a ese cambio de suerte. Nos aferramos a que Fernando confié en él como nosotros hacemos tan incondicionalmente.

Pero los Torristas como los atléticos somos sufridores. Dejando al margen a los locos, los atléticos Torristas que nos gusta sufrir el doble. El último mazazo que nos hemos llevado fue el viernes 24 de febrero, con la dichosa lista de Del Bosque. Ya muchos dudabais de su convocatoria. Y ahí estaba. Es imposible negarlo. El vacio que sentimos todos cuando el nombre de Fernando Torres no apareció en aquella lista. Y seguidamente del vacío, la fuerza interior de la que hicimos todos acopio, sabíamos de antemano los palos que nos iban a caer y a los que tendríamos que hacer frente. Somos unos auténticos luchadores.

Y llego el España – Venezuela. Salió Llorente titular. Y luego salió Soldado… Roberto Soldado. Ese chaval de 26 años que llevaba un “9” a la espalda. Como dolió eso. Como sentimos que algo nos arañaba las entrañas, ese dorsal no le pertenece pensamos muchos. La lógica nos dice que él es el convocado, que puede llevarlo, que Torres no está, pero el sentimiento, eso es otra cosa. Y voy a ser franca, quería que España ganase pero desee que Soldado no viese portería, pero marco tres goles. Enhorabuena Roberto, es indudable que lo hiciste bien. Lo hizo bien contra una Venezuela con 10 en el campo. A pase de dos grandes jugadores. Y de lo que todos nos olvidamos. Un penalty fallado. Pobre Fernando si hubiese sido él.

Las redacciones de los grandes periódicos de España se estaban frotando las manos, era el momento de derribar por completo a Torres. ¡Ay querido AS y querido Marca! cuando ganamos la Eurocopa y el Mundial, como le queríais. Sois blanco o negro, y para que haya negro tenéis que eliminar por completo el blanco. Así funcionáis, para hablar bien de Soldado tenéis que destruir a Fernando Torres. Que injustos e hipócritas sois. Me avergüenzo de vosotros. Pero Soldado, ¡ándate con ojo! Que mañana puedes ser tú…

Aun así, amigos hipócriticas, quiero recordaos todo eso de lo que parece que os habéis olvidado. Y sé que si doy datos lo mismo os va a dar, vamos a comparar, tanto que os gusta:

Roberto Soldado Real Madrid, Osasuna, Real Madrid, Getafe y Valencia.

Fernando Torres, Atlético de Madrid, Liverpool y Chelsea. Así de inicio… las responsabilidades, la presión, la categoría no es la misma. Pero seguimos.

Roberto Soldado lleva un total de 132 goles en Liga, 10 goles en Copa, 13 goles en Europa. Total de la cuenta: 318 partidos jugados, 157 goles.

Fernando Torres lleva por su parte 150 goles en Liga, 8 goles en Copa, 3 goles en Copa inglesa, 16 goles en Europa. 429 partidos disputados y 177 goles marcados.

Roberto Soldado gano el campeonato de Liga con el Real Madrid en 2008 y como distinciones individuales consiguió el Trofeo Zarra de Segunda División en 2006 e Internacional con la absoluta de España en 2007 y 2012.

Fernando Torres, campeonato de Segunda División con el Atleti en 2002, europeo sub-16 en 2001, europeo sub-19 2002, Eurocopa 2008, Mundial 2010. Individualmente máximo goleador y mejor jugador europeo sub-16 en 2001, máximo goleador y mejor jugador europeo sub-19 en 2002, mejor jugador debutante en Premier League en 2008, mejor jugador de la Final del campeonato europeo de la UEFA en 2008, mejor jugador del año "Northwest Awards" Premier League en 2008, Balón de Bronce en 2008, tercer lugar del jugador Mundial de la FIFA en 2008, Bota de Plata Copa FIFA Confederaciones en 2009… ¿Sigo? Incluido en el equipo ideal del FIFA/FIFpro en 2009.

Los Torristas no nos refugiamos en el gol de la Eurocopa, os lo recordamos. Si Torres no hubiese jugado la final del Mundial quizás no tuviésemos Mundial, ¿o también os tenemos que recordar cómo fue la jugada del gol de Iniesta? A eso súmale que jugó lesionado, que por jugar lesionado se agravo su lesión… que Fernando Torres lo ha dado todo por España, y desde España sólo está recibiendo un linchamiento continuo.

Querida prensa española… Es imposible derribar a un jugador como Fernando Torres. Los datos lo demuestran. Él lo demuestra. Y cuando marque… todos os arrepentiréis y negareis haberle criticado. Porque sois así.

La Selección está por encima de cualquier jugador y a pesar de todo esto, no es una crítica a Roberto Soldado. Si merece ir a la Eurocopa, lo merece y por el bien de España que le salgan las cosas muy bien. Pero no olvidéis quien es Fernando José Torres Sanz.

Y a vosotros los que sois de Torres, a vosotros incondicionales y autocríticos. No desistáis. A todos aquellos que se les revolvió algo en el estomago al leer el artículo “El Rojo y el Blanco”, ser fuertes, porque ahora, tenemos que luchar. Porque nuestra voz es importante, tiene que sonar más alta que el resto, desde Londres debe saber que somos muchos. Y vosotros sabéis que de Fernando siempre obtenemos recompensa. Como rojiblanca yo la obtuve con un gol al Real Madrid en el Calderón que tanto se le resistía, como española aquel 29 de Junio de 2008.

Eurocopa 2012.
Torres cojo, ciego, sordo y con un inicio de malaria es mejor que Soldado y que Negredo juntos, se levanten como se levanten, como por otra parte han demostrado cuando han jugado contra cualquier equipo de un nivel siquiera medio, el mismo Chelsea de Torres sin ir más lejos. Hay futbolistas que se tienen que ganar el pan día a día, gente digna de la mayor admiración que cosecha sus diez internacionalidades con el mayor de los sudores, milímetro a milímetro. Y luego están los superclases, los Xavi, Iniesta o Torres, gente llamada a tumbar monstruos imaginarios que perduran durante generaciones. A esos hay que mimarles, darles confiranza y esperarles, estén sin marcar un gol diez partidos o diez meses, y cuanto peor les vaya más ánimo habrá que darles, y si hay que luchar contra los cancerígenos Relaños que lastran este país, tanto más. Si Luis Aragonés hubiese aplicado la doctrina Torres al mismo Iniesta ahora estaríamos aquí todavía hablando de la maldición de cuartos. Esto es como si convocan a De Marcos en lugar de Xavi porque éste lleva un mes tocado, "para que no se aburguese".

Cuando en España dentro de diez años se hable de aquellos dos años maravillosos en los que se ganó una Eurocopa y un Mundial, al verse las imágenes de los goles se verá que sólo hay un futbolista que coincide en ambas jugadas. No serán Soldado, Negredo, Arbeloa ni ninguno de esos mediocres componentes de la "Quinta del Marqués"



La política debe ser la misma para todos los jugadores. Si el que está mal no va, de acuerdo. Ya sea Torres, o Puyol, o Piqué, o Arbeloa. Y si entran los que están en mejor forma, también para todos los puestos. La excepcionalidad de la norma, creada ad hoc para el puesto de delantero, y porque Torres es el titular, me parece una vergüenza. No tiene nada que ver con el rendimiento de Torres, que ha sido puesto en duda SIEMPRE. Cuando se hinchaba a meter goles con el Liverpool se le criticaba porque en la selección metía pocos. Es el jugador más sustituido (no tengo el dato, pero que alguien me corrija si no es así) de los teóricos titulares. Y el marqués de los huevos se empeña en señalarlo cada vez que tiene ocasión, como si le tuviera un especial miramiento, sacándolo del grupo. Este seleccionador es un imbécil vendido a lo que diga la basura deportiva. Ni psicología, ni saber hacer: un patán subido a hombros de gigantes.


Torres tiene un nombre en esto del Fútbol, aun estando lamentable (discutible, para mi no esta tan mal). Crea tanto pánico en las defensas que siempre van a estar muy pendiente de él y eso beneficia a la selección con los jugones que están. Los defensas ven a Soldado o Negredo y se descojonan vivos pero ven a Torres y los rostron cambian, eso va a ser asi siempre esté Torres como esté de forma.