martes, 13 de agosto de 2013

Perdona si te llamo amor (Capítulo 26)

A los dieciséis años algunas siguen jugando con muñecas, que ya no son las barbies que yo tenía. Ahora son las Bratz. Otras leen a las Witch. Otras ya están en América. Algunas tienen unos blogs loquísimos en Internet, se bajan cosas, tienen un iPod. Otras asesinan a sus padres. Y otras se enamorar, y como es natural, hacen el amor. Tienes suerte de que tu hija sea de estas últimas.

lunes, 12 de agosto de 2013

Perdona si te llamo amor. (Capítulo 9)

Quizá el amor verdadero sea el de sus padres. Un amor simple hecho de días juntos, cada cual con sus propios deberes y aficiones. Un amor hecho de risas y bromas mientras se regresa a casa de noche, hecho de desayunos preparados por la mañana, de hijos a los que educar, de proyectos que aún han de realizarse. Sí, mis padres se aman. Y no han sido el primer amor el uno del otro. Se conocieron después de haber amado a otras personas. Y quizá no de este modo. Puede que sea preciso viajar antes de saber cuál es la meta adecuada para nosotros. Quizá cada vez que amas sea la primera.

Perdona si te llamo amor. (Capítulo 9)

Y comprender que tal vez amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día. Y se lo dices. Se lo dices a él.Y eres consciente de que hay respuestas que quizá deben cambiarse. Es preciso partir para volvera  encontrar el camino. Fabio que me mira enfadado, de pie, ante el portal. Y dice que no, que me equivoco, que somos felices juntos. Me coge por un brazo, me lo aprieta con fuerza. Porque cuando alguien a quien quieres se te va, intentas detenerlo con las manos, y esperas poder atrapar así también su corazón. Pero no es así. El corazón tiene piernas que no ves. Y Fabio se va diciendo "Me las pagarás", pero el amor no es una deuda que saldar no regala crédito, no acepta descuentos.

viernes, 9 de agosto de 2013

¿Por qué es tan peligroso el amor?

Enamorarse es amar sin condición, entregarse a un deseo incierto, identificarse con alguien, abrir tu corazón a alguien especial,  es correr el riesgo de sufrir. 

El amor bloquea tus verdaderos objetivos, te ciega por completo. Puede ser que la otra persona se obsesione o se crea tu dueño y te amargue la existencia. Si uno se equivoca, duele reconocer, duele equivocarse y duele saber, que uno perdió, que todo acabó. Enamorarse es peligroso porque corres el riesgo de no ser correspondido y pasarlo muy mal  y además aunque seas correspondido, en la pareja siempre hay uno que ama más, por lo tanto sufre más. Porque siempre idealizamos a la pareja perfecta y cuando algo ya no nos gusta volvemos a la realidad. Así  que tenemos que tener en cuenta que somos humanos y que somos imperfectos, entonces enamorémonos de personas imperfectas.

El amor es un juego peligroso donde apuestas todo y no sabes si vas a perder o a ganar.


Pero no arriesgarse por lo que uno persigue, también es peligroso. 

martes, 6 de agosto de 2013

¿Sabes que te quiero? (Capítulo 55)

Un chico y una chica discutían por quien de los dos quería más al otro. Para resolver la duda, acordaron pintar una rayita cada vez que alguno de los dos pensara en su pareja. La chica estaba convencida de que ella lo amaba más. Extrañamente, el chico no apareció esa noche. Ni tan siquiera le cogía el móvil. Celosa y enfadada, se autoproclamó ganadora. Ella había dibujado nada menos que 54 rayitas en un cuadernito. Pero ahora se arrepentía de haber pensado tanto en él. Sin embargo, pasadas las doce, la llamaron por teléfono y la avisaron de que su novio había tenido un accidente. Muy asustada corrió al hospital donde le contaron que lo había atropellado un coche. Estaba grave pero fuera de peligro. Era un milagro. Pero lo que más sorprendió a los médicos es que el chico llevaba un bolígrafo en la mano que no soltó ni en el momento del accidente y los brazos llenos de rayitas de tinta. Habían contado 123.

¿Sabes que te quiero? (Capítulo 43)

Recuerda la tristeza y la desesperación que sintió aquel último día en el que no le respondió. "¿Sabes que te quiero?". La llama se había apagado definitivamente y tanto ella como él eran culpables. O eso pensaba. No podía insistir más. Aunque la quería, comprendió que ella debía seguir su camino y él el suyo. Sin más cruces, sin más intentos, sin más sufrimiento. Pero se equivocó, porque ese sufrimiento duró varias semanas. Y le costó muchísimo retomar el vuelo. Lloró como un crío. Solo. Encerrado en una habitación a oscuras. Intentando dominar sus emociones, controlarlas, entender que ella se había marchado para siempre.